lunes, 1 de junio de 2009
Esa sonrisa
El olor a azufre llegó con el primer golpe a la puerta. Nadie durmió, hasta que hubo silencio, varias horas después. Por la mañana, la encontramos muerta, con una sonrisa muy rara. Las viejas dijeron que la señorita Damonte - la única soltera del barrio – sonreía así porque se había ido al cielo en estado de gracia, sin haber cedido al Maligno. Yo, que vivía al costado, sabía que eso no era cierto. Yo vi cuando ella le abría la puerta.
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