lunes, 8 de junio de 2009

Tres mujeres de Borges

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única...
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo...
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la esperanza y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles...
El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.
JORGE LUIS BORGES: "El Amenazado", El oro de los tigres.
Durante las seis últimas horas de su vida, Jorge Luis Borges repasó la literatura universal - la gran pasión de su vida - con Jean Pierre Bernés, su traductor al francés. Después, recitó el padrenuestro en sajón antiguo, a continuación en inglés, luego en francés y finalmente lo pronunció en español tres veces, antes de caer en un coma del que no se despertaría más. Sin embargo, mucho se ha especulado sobre otro tipo de pasiones, sobre las mujeres de su vida. Meses antes de su muerte, en Ginebra, el mismo Bernés le había preguntado: "¿Quién es Borges? ¿Cervantes, el Quijote o Alonso Quijano?". Borges respondió inmediatamente: "Los tres". Me pregunto ahora: ¿y sus Dulcineas, quiénes fueron? Para responder, viene en mi ayuda Mario Paoletti, a través de un interesante artículo de la Revista de Occidente.
De acuerdo a Paoletti, Borges amó a muchas mujeres, a las que consideraba únicas, a las que veía "igual que como Dios nos ve". Sin embargo, casi ninguna de ellas lo amó, a pesar de lo que les ofreció:

Te ofrezco pobres calles, desesperados crepúsculos, la luna de los desarrapados suburbios.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente la luna solitaria. Te ofrezco lo que pueda haber en mis libros, lo que pueda haber de hombría y humor en mi vida.
Te ofrezco la entraña de mi ser, que de algún modo he preservado.
Te ofrezco explicaciones de ti misma.
Te puedo dar mi corazón, mis tinieblas, el hambre de mi soledad.

Sí, pues, muchas mujeres le dolieron en todo el cuerpo a Borges, pero, ¿tuvo novias? Paoletti nos dice que sí, que tuvo tres. Esas tres mujeres fueron Concepción Guerrero, Cecilia Ingenieros y Estela Canto.
Borges tenía veintidós años. Concepción - Conchita - dieciséis, ojos negros y una larga trenza, negra, también. "Cuando yo la abrazo, ella se estremece", le cuenta Borges a un amigo íntimo. Viaja a Europa y se queda casi un año ("trescientos días como trescientas paredes"). A su regreso, Conchita se ha cortado la trenza. Las relaciones se enfrían. Rompen y no vuelven a verse.
Cecilia y Jorge Luis se conocieron en una reunión. Ella vivía cerca de su casa, era hija del filósofo José Ingenieros y, lo mismo que a él, le gustaba caminar. Entre 1941 y 1943, hacen largos paseos, se conocen, planean viajar a Europa y casarse allí. Que el propio Borges cuente el resto:

"Yo estaba perdidamente enamorado de ella. Nos casaríamos en Europa, esa era la idea. Pero un día nos encontramos en una confitería del centro y Cecilia me dijo:
- Dentro de dos semanas me voy a Europa.
- Nos vamos, querrás decir - la corregí yo.
- No, me voy sola. He decidido no casarme contigo.

Ahí se acabó el noviazgo. Cecilia, que era bailarina, no se fue a Europa. Se fue a Estados Unidos, estudió con Martha Graham - la Picasso de la danza moderna -, luego dejó el baile, se casó y se dedicó a la egiptología. Se dice que Borges escribió Emma Zunz para complacerla.
Con Estela Canto, Borges tuvo su noviazgo más largo. Se enamoraron en 1945. Ella era morena, esbelta, de ojos negros, de clase baja y de izquierda. Recitaba de memoria a George Bernard Shaw, uno de los santos del altar de Borges. Él le propuso matrimonio y ella le exigió probar antes su compatibilidad sexual. No resultó y se separaron. Estela se casó y se divorció tres años después. En 1955, intentó reconquistarlo, sin ningún éxito. Tal vez por eso, Estela comienza a beber fuerte. Durante los años 80 empiezan a verse nuevamente, a menudo. En una de esas citas ocurre un hecho trágico: Estela, con graves problemas económicos, le pide permiso para vender el manuscrito de El Aleph, que él le había regalado y dedicado. Le comenta, además, que su esposo le había recomendado que espere a la muerte del escritor, "porque entonces esos papeles valdrían diez veces más". Borges la escucha en silencio y después replica: "Si yo fuese un caballero, en este momento iría al toilette y se oiría un disparo". Finalmente, Estela vendió el manuscrito a una famosa casa londinense de remates, por 25, 760 dólares.
Joaquín Sabina tiene razón. A veces gana el que pierde a una mujer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario