sábado, 16 de mayo de 2009

Romy y yo

Pocas personas saben que yo soy el único, el verdadero viudo de Romy Schneider. Me enamoré de ella cuando era la emperatriz Sissi. Durante años, toleré que Alain Delon, Yves Montand, Michel Piccoli y Marcello Mastroianni aprovecharan la oscuridad del cine para besarla. Yo sabía que, en realidad, ella sólo me quería a mí, pero así era su chamba, qué íbamos a hacer. La amé en silencio, hasta el día en que se fue al cielo (en otro sitio no puede estar), el 29 de mayo de 1982. Mucho alcohol, Romy, muchas pastillas. Un dolor insoportable.
Por algún tiempo intenté consolarme con Katherine Ross, pero Dustin Hoffman, ese recién graduado que trancó la puerta de la iglesia con la cruz, se la llevó. Como si no bastara con eso, Paul Newman y Robert Redford también andaban dando vueltas por ahí, así que le metí un piquito y le dije chau, nos vemos.
Estuve tranquilo mucho tiempo, hasta que la semana pasada vi, en el “El Gran Golpe” – pésimo título para una excelente película –, a Saffron Burrows. Fue como el rayo que le cayó a Michael Corleone cuando vio a Apollonia Vitelli en los campos de Sicilia. No la voy a describir, porque no puedo, la tarea excede mis posibilidades. Mientras estaba buscando su teléfono en Internet para invitarla a comer un cebiche, me enteré de que es lesbiana. Vive, desde hace cinco años, con Fiona Shaw, la tía Petunia de Harry Potter, ni más ni menos.
Confimado, entonces: Para piñas, yo. El día que llueva sopa, voy a estar con un tenedor en la mano.

1 comentario:

  1. Miguelito, me he reido a carcajadas de tu deventura. Por suerte en Lima casi no llueve... Me rei tanto que Morten me preguntó qué pasaba, así que vino a leerte... Estuvo muy decepcionado con la noticia de Saffron!

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