jueves, 14 de mayo de 2009

El Hombre Quieto

Anoche vi, una vez más, "El Hombre Quieto". John Wayne está templado de Maureen O'Hara. Ella también, pero se hace la del calzón con blondas y mira para otro lado. Pero John Wayne es John Wayne, pues, así que se pone su mejor terno y va a pedir su mano al hermano mayor, como corresponde en Irlanda, donde esto ocurre. El hermano no atraca. Lo detesta, porque Wayne ha comprado las tierras de la viuda Tillane, que él quería comprar. También quiere a la viuda, pero la tía, ni hablar. Entonces, porque cuando llueve todos se mojan, el bróder, picón, no da su brazo a torcer. Así se plantea la única historia de amor filmada por el legendario John Ford. Entrañable película, simpática, graciosa, inteligente, y por momentos intensa. Si eso no les basta, veánla solamente por la memorable mechadera en la que John Wayne y Victor McLaglen (el bróder) atraviesan el pueblo de punta a punta, gomeándose de alma. Como son irlandeses, sólo se detienen en el bar, para tomarse unas chelas, conversar un ratito y después seguir abollándose.
Mi mamá estaba viéndola el día del estreno, pero tuvo que salir corriendo del cinema. Llegó con las justas a la clínica y al poco rato nací. Mi relación con el cine es, pues, muy tempranera y si no pudo hacer de partero por minutos, sí de paraguas. De paraguas, digo, porque cuando había tormenta, me refugiaba en un cine. A los cowboys no les mandaban tareas para la casa, ni tenían libretas de notas. No los castigaban sin salir los domingos y además, mataban a todos los malos y como las huevas, no pasaba nada.

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